20 febrero 2006

Crujido.


Roe los deditos de los pies, diminutas bolas de carne, medio sanguinolentas, saladas por sus lágrimas. Encima del arcón, pegada a la ventana, Sara, cada tarde, de lunes a viernes mordisquea su pie izquierdo. Al volver del colegio, deja sus libritos en la cama, se descalza, y como si fuese una tarea importante, sus dientes de leche escarban la carne de sus pequeños pies. Hasta que llega el viernes... y la niña sueña que su padre la acuesta y le cuenta un cuento de garras, de látigos de carne, de palabras raras que mojan su oreja... despierta el lunes, cargada de ojeras, de recuerdos vacíos y de mentes en blanco... y se arranca un pedazo. La niña quiere engullirse entera, empezar por un pie, terminar por el pelo, y desaparecer... y no soñar más, y adiós papá, que no, no, no, no quiero papás que aplasten mis sueños...

- (Mamá cobarde, mamá cobarde, mamá cobarde...)