Out of order
Y frío, las manos congeladas. Y tedio. Y la música me arrastra Y en el sofá de los sueños, los esquimales viajan a trópicos verdes en cuerpos celestes. ¿Un teatrero con copa en sombrero? Qué ilusa. En fin. Fin.
Sí, una mierda, menos el sueño. Embutidos en pieles de foca, el rostro solemne y la postura digna, esquimales de cuerpos enanos viajan erguidos en grandes esferas de neón [verde], surcan los cielos sobrevolando Londres, Bourdeaux, Lisboa. En el desierto de Brok levantan iglúes de soles dorados, y son atacados por bere-beres airados, locos chillones, de túnicas grana que tejen arañas y bordan ratas y putrefactas ranas de charcas resecas. Y un moro a caballo, hereje polar, ataca a un inui, que huye en trineo de huskeys sedientos. Su cimitarra afilada le siega la cabeza, rueda ya sucia de arena rojiza, de sangre y calor. Cae a mis pies y mi patada la revienta en mil pedazos, se vierten los sesos, que ahora son ácido y en los agujeros que forman, se cuela el desierto. Y bajo la arena, una gran roca negra, brillante, uniforme, un mármol que al sol hierve, nos ciega, derrite los pies, los sexos, quedan los cuerpos ruinosos, se arrastran por los brazos y... la paz mundial. Sobraban las piernas, sobraban los sexos ¿para qué ya vernos? Y ahora una nieve de fetos, acaricia mi pelo, una nueva estirpe de crecimiento fugaz, se alimenta de nuestras viscosas entrañas, extingue la especie, que no supo, no quiso, se jodió. Alguien me llama. Será mi consciente. ¡La puta! Estás colgado, cabrón. ¿Yo? Sí. Y yo sin mi rabia.